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Artículo: Formas de Vida no Convencionales
Experiencia Racial y Sexual de Cuerpos no Hegemónicos.
Por Diego Palacios.
Mi narrativa se fundamenta en temas de género, etnicidad y racialidad, y en dar cuenta de la experiencia de tener una forma de vida no convencional en Bogotá (y en Colombia), donde las bases de las instituciones y la sociedad se cimientan en ideologías que buscan la homogenización de todas las formas de ser.
Mi realidad describe de cierta forma la realidad de muchos jóvenes negros y afrodescendientes provincianos; si bien, son muchos los aspectos en los que nos diferenciamos, es común que, dadas la precariedad de las condiciones educativas y la falta de oportunidades en los pueblos, nos vemos en la obligación de partir a las ciudades con el objetivo de satisfacer la necesidad de educación, preparación y cualificación para construir calidad de vida a futuro.
Es necesario resaltar que estos desplazamientos que denotan cambios de vida de carácter repentino son resultado del racismo institucional, estructural y del determinismo geográfico. Adaptarse a nuevas condiciones de vida siempre comprende enfrentarse a distintos tipos de retos, marca de múltiples maneras la formación profesional y afecta considerablemente el desarrollo de la personalidad. Bogotá me hace rememorar eso que alguna vez dijo James Baldwin, parafraseando: “Ser negro y ser consciente de tu realidad es mantener con rabia todo el tiempo” puesto que describe en plenitud lo que implica ser una persona negra en Bogotá (o en otra ciudad de mayoría blanca); donde gran parte del tiempo se tiene que luchar constantemente contra la concepción de un estilo de vida basado en la percepción sesgada por los prejuicios y estereotipos que han sido naturalizados y reproducidos por personas blancas-mestizas. De estas formas de opresión se originan lo que son las dinámicas de racialización y de sexualización (Urrea Giraldo, 2014), las cuales comprenden formas de colonización, exotización y deshumanización de los cuerpos negros que son usadas para el disfrute y el goce de experiencias que netamente benefician al blanco; es el caso del asocio del hombre negro con la virilidad, fuerza y la violencia, a las mujeres negras transgénero con la agresividad, a las mujeres negras con cuerpos que únicamente producen deseo sexuales y, en general, con el constante asocio de las personas negras con el folclor, lo “ordinario”, lo “feo” y no aceptado desde los parámetros eurocéntricos de pensamiento.
En (Urrea Giraldo, 2014) se habla de la hipersexualización asociada con la hipermasculinización del hombre negro y la racialización de la sexualidad, aspectos que configuran la creencia de que lo más oscuro es y debe ser más masculino de la misma manera que más exótico; es allí donde cala la deshumanización de los cuerpos negros, puesto que es donde tiene su origen el asocio de personas negras con animales que netamente satisfacen deseos sexuales. Por otra parte, está el asocio con elementos comestibles y manipulables, donde la persona negra pierde su cualidad de humana y se le atribuye una de alimento que denota un sabor altamente exótico, afrodisiaco y rico; tal es el caso del uso constante de la expresión “chocolate” para hacer referencia a personas negras bastante atractivas. Seguido a esto, está también el hecho de acompañar adjetivos y calificativos de la expresión “negro” para reafirmar esa superioridad racial (Akbar, 1979) o ese deseo sexual de la persona no negra.
Relacionado al tema de la sexualidad, es importante anotar un tema muy relevante al que se le hace alusión en (Viveros, n.d.) y es el constante asocio de lo negro con el buen baile, la música y el “sabor se lleva en la sangre” o “los negros tienen sabor”. Si bien estos elementos son constitutivos de la identidad de las personas negras, son los aspectos en donde las personas blancas-mestizas acostumbran glorificar a las personas negras; pero desde su concepción estereotipada pues allí es donde encuentran otro punto de diferenciación; es importante aquí introducir el concepto de “circos humanos” porque en esa invención del otro, el que me sirve para el entretenimiento y recreación, es donde también se configuran otros estereotipos; entonces asumen arbitrariamente que todas las personas negras o afrodescendientes tienen las mismas aptitudes para el baile, y en ese mismo sentido, para el sexo. De otro modo, la atribución de la alegría a las personas negras, que impacta de igual manera, debido a que se asume que todas las personas negras siempre deben tener una actitud cálida, amable y presta.
Mi realidad como hombre negro homosexual de la forma en cómo me lee la sociedad; y de otro modo como una persona no binaria, completamente alejado de lo cisgénero se encuentra atravesada por lo mencionado anteriormente, de igual manera que del constante rechazo de mi feminidad por parte de personas negras y no negras. Traigo a colación la expresión hallada en (Urrea Giraldo, 2014): “tras de negro, marica” acompañada de la que una vez mi madre me recalcó: “Ojo se va a volver “loca” (gay)”; que son comúnmente usadas en la sociedad para denigrar y allanar la integridad de los hombres negros que no encajan dentro de esos ideales convencionales preconcebidos. Entonces se nos asocia con elementos de la virilidad negra, la rudeza y la función de “macho proveedor” y el trabajo duro que se han construido en base a la realidad de otros; por lo tanto, se vuelve habitual recibir expresiones que denotan odio de parte de individuos que rechazan de sobremanera todo cuerpo negro que no encaje en lo convencional; en mi caso, rasgo de feminidad.
El racismo hace parte de la construcción social de las personas blancas-mestizas (sean queer o no), dado que dicha construcción se encuentra basada en un sistema orientado hacia la veneración de los cuerpos hegemónicos donde no encajan normalmente las personas racializadas y de clases sociales bajas; en este sentido, los grupos sociales se ven menos beneficiados y se enfrentan a más barreras en cuanto más oscuro sea el tono de su piel.
Como lo indica Buttler (1993), citada en (Urrea Giraldo & Echeverry Cano, 2015), se presenta una relación inteligible entre identidad de sexo/género y sexo biológico de manera tal que los fenómenos de individuación conllevan que cada individuo fabrique su propia identidad, y en esta misma lógica, está el efecto del color de la piel y la etnicidad sobre la construcción de las feminidades y masculinidades para la construcción de identidades de género; en este punto volvemos a la hipermasculinización y la virilidad, dado que se asumen los estereotipos de potencia sexual por la tonalidad oscura de la piel, dicha creencia pone en desventaja en temas de relaciones amorosas, en ámbito laboral, y demás a las mujeres y a los hombres que tienen tonalidades de piel más oscura que no encajan en dichos cánones.
Es momento de introducir el patriarcado, y en este apartado entran las masculinidades tóxicas que rechazan todo tipo de comportamiento que refleje actitudes que normalmente se asumen en las chicas, este rechazo derivado de la heteronormatividad, en donde solo existen relaciones binarias (hombre-mujer) y la dominación masculina es naturalizada.
Sustentado en este orden de ideas, se normaliza el trato diferenciado dentro de la comunidad LGBTIQ de los hombres negros que construyen identidades no convencionales, puesto que generalmente no se acepta la relación entre la homosexualidad y la negritud, tal como lo describe (Urrea Giraldo & Echeverry Cano, 2015) cuando citan a (Urrea et al. 2008, 310):
“La paradoja de la pérdida máxima de estatus es el hombre negro homosexual de bajos ingresos o en condición de pobreza, pero sobre todo si es un gay pasivo porque es penetrado en la interacción sexual con otro hombre que juega el papel “activo”. La expresión usada “negro, pobre y marica, no le falta sino ser fea” es el colmo de la devaluación en el mercado erótico.”
Ideologías que a fin de cuentas están negando la manera de ser del otro, por el hecho de atentar contra las formas de feminidad más convencionales. En ese sentido, la feminidad asociada a la blanquitud tiene un mayor estatus, a diferencia de la que está asociada a lo negro. Basado ese orden de ideas, recalco que nos enfrentamos ante un exotismo de los cuerpos negros, en donde se atribuye arbitrariamente la virilidad y la potencia sexual a tonalidades de piel oscura, mientras que la feminidad a tonalidades claras.
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